En 1886 en Estados Unidos, cientos de obreros salieron defendiendo una de las reivindicaciones básicas, una jornada laboral de ocho horas. Tras días de protestas muchos de ellos fueron perseguidos, torturados y asesinados, la mayoría de ellos eran inmigrantes.
Hoy, después de 134 años, nos unimos a nivel mundial defendiéndonos de un virus que pareciese nos vigila para atacar, en cada rincón del planeta son muchos los luchadores que salen en protesta y en custodia de su propia vida.
Más que felicitarte te digo, ¡Gracias! A ti, que no tienes opción de resguardarte en casa, porque tu trabajo es esencial no solo para la sociedad, sino para tu familia. A ti, que tienes el coraje y la creatividad de crear tu propio cubreboca para protegerte y cuidar a los demás. A ti, que trabajas jornadas largas y extenuantes cumpliendo tu juramento de servicio a la humanidad. A ti, que continúas cultivando alimentos para que estos puedan llegar a nuestro hogar. A ti, que te enfrentas a diario con desconocidos en la caja de un supermercado y con muchos de ellos donde su incredulidad puede más que su responsabilidad. A ti, que apoyas a millones de empresas a que su negocio no pare y en cumplir con cada cliente para que su producto llegue a casa. A ti, a quien le ha costado el cambio y lucha contra sus propios miedos para salir avante cuando todo esto pase.
A ti, agradezco el valor en una lucha y protesta desde tu entorno, donde hay días más duros que otros, sin embargo, no pierdes tu norte.
Gracias, querido trabajador, por seguir en pié de lucha, por no desmayar, por el amor con el que enfrentas esta batalla que pareciese no acabar.
Gracias, por tu espíritu y motivación para todos.
